Espero que el autor no se moleste por postearlo aquí, pero me han mandado un email con un artículo sobre el Papa que es una auténtica pasada.
Me permito ponerlo aquí para que lo pueda leer todo el mundo.
(No os acostumbreis a posts tan profundos. Pronto empezaré a divagar y contar chorradas en estas páginas. Estais avisados)
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Me parece absurdo y pretencioso decir nada sobre Juan Pablo II, cuando tantas plumas y tantas personalidades han dicho tantas cosas de él. Lo que sí quiero expresar es la evolución de mi ánimo durante las horas siguientes a su muerte, porque me gustaría que eso permaneciese incluso después de que mi frágil memoria lo haya olvidado. Me permito, además, haceros partícipes de mis pensamientos porque la fe es algo público y todos nos podemos iluminar a todos con la pequeña luz de cada uno.
Esta es la mía.
Estaba delante de la televisión cuando se dio la noticia. Llamé a mi familia y rezamos un Padrenuestro. Después me cayó como una losa encima. Guardo un recuerdo lejano del día en que murió mi padre cuando yo tenía 14 años.
Guardo, en cambio, un nítido recuerdo de mi padre vivo, dos años antes de su muerte, llorando con lágrimas viendo en la televisión el entierro de Juan XXIII. En el momento de la muerte de Juan Pablo II se me vino esa imagen a la mente y tuve que hacer un verdadero esfuerzo para contener las lágrimas y el llanto abierto. Un absurdo pudor me impidió dar rienda suelta a mis sentimientos y tuve el dudoso éxito de ser capaz contenerme. Pero puedo decir que, hasta donde pueda fiarme de mi recuerdo, me sentí más triste este sábado que el día de la muerte de mi padre, al que quería enormemente. Este sábado me he sentido invadido por un inmenso sentimiento de orfandad.
Blanca había recibido numerosos mensajes por el móvil diciendo que cuando muriese el Papa, fuéramos a rendirle un homenaje póstumo allí donde nos habíamos despedido de él, en la plaza de Colón.
Efectivamente, allí estuve en la Misa que celebró por las canonizaciones en su última visita. Con el ánimo por los suelos fui a rendirle ese último homenaje y a rezar por él con los que allí se congregasen. Fui pronto, a eso de las 11 de la noche.
La espontaneidad se traduce a veces en desorganización. Allí, en Colón, había muchas personas, reunidas en pequeños corros, cada uno centrado en su oración. Las oraciones se mezclaban a veces entre ellas y con gritos de ¡Viva el Papa! o ¡Juan Pablo II te quiere todo el mundo! A decir verdad, yo no me encontraba con ánimos de gritar, ni siquiera vivas al Papa. Hasta me molestaron un poco los gritos. Me acerqué a un grupo de chicos muy jóvenes debían ser todavía colegiales que estaban rezando el Rosario, de rodillas, en círculo alrededor de una cruz que habían hecho en el suelo con cirios. Estaban terminando de rezarlo. Cuando acabaron, uno de ellos, un poco mayor que los demás, siempre de rodillas, tomo la palabra y, con un entusiasmo contagioso les dijo algo así como:
Acordaros de lo que nos decía: ¡No tengáis miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo! En este momento nos lo sigue diciendo desde el cielo. Ofrecedle vuestros estudios. Él quería que los cristianos fuésemos gente muy preparada para poder dar un testimonio mejor. Y, al próximo Papa vamos a quererle tanto como a este. Es el Espíritu Santo el que lo va a elegir.
Toma del frasco... Primer aldabonazo. Cuando se levantaron, les pregunté si pertenecían a algún grupo, movimiento, colegio, parroquia o algo. El que les había dicho la frase me contestó:
No. Somos un grupo de amigos, católicos, comprometidos con nuestra fe, que nos hemos hecho más amigos y hemos crecido en número gracias a Juan Pablo II. Somos la semilla de Juan Pablo II.
Más del frasco... Segundo aldabonazo. En ese momento fue cuando empecé a sentir que algo como un viento del Espíritu se movía por Colón. A medida que pasaba el tiempo entre oraciones, gente que traía megáfonos y gritos de vivas al Papa que cada vez me molestaban menos, la plaza se iba llenando. En un momento, me decidí a dar una vuelta por entre la gente. Por todas partes había distintos grupos con distintas iniciativas.
Rosarios, meditaciones improvisadas, cantos de diversa índole, todos religiosos. De repente, me encontré con un grupo de Kikos. Algunos de ellos, con guitarras y percusión en el centro cantaban y marcaban un ritmo entre hebreo y africano a otros que bailaban en círculos concéntricos que giraban cada uno en dirección contraria a los adyacentes. Se respiraba alegría en su danza y su canto.
Tengo que reconocer que me produjo un cierto escándalo verlos aparentemente ajenos a la muerte del Papa. Mientras los miraba con escepticismo, se acercó una cámara de televisión con su foco y Almudena Ariza micrófono en mano. Enfocaron a una chica de unos 25 años que estaba bailando y Almudena Ariza le dijo:
No entendemos nada, se supone que deberíais estar tristes. Se ha muerto el Papa.
Con enorme naturalidad, la chica le contestó:
¿Por qué? Cristo ha resucitado. Por eso sabemos que el Papa está con Él en el cielo. Desde allí cuida de nosotros y de toda la Iglesia más aún de lo que lo hacía cuando estaba entre nosotros. Además, el Papa hubiese querido que estuviésemos alegres. Y nosotros estamos dando gloria a Dios por el regalo que nos ha hecho con este Papa.
Tercer aldabonazo. La tristeza se me fue como por ensalmo. ¡Qué tres lecciones! A partir de ese momento, me puse a recorrer toda la plaza. Bailé con los neocatecumenales, recé en los círculos de oración que me encontraba, canté donde se cantaba. Parecía como si todo el mundo estuviese esperando a que Juan Pablo II apareciese de un momento a otro en la plaza de Colón. Me acordé de la anécdota que se cuenta sobre el Papa cuando estuvo en Zaragoza. Dicen que en la plaza de debajo de la ventana donde él estaba durmiendo se congregaron varios grupos de bailadores de jotas.
Era tarde y había quien pensaba que estaban molestando al Papa. Entonces apareció Juan Pablo II en la ventana y les dijo: Dicen que el que canta reza dos veces. Y yo me pregunto, ¿cuántas veces reza el que baila?
En todo momento tuve la vívida impresión de que el Espíritu Santo volaba por la plaza de Colón, dando a cada uno su carisma. Esta es la Iglesia a la que pertenezco. Llena de dones, de carismas y de diversidad, alegre en la tristeza y plena en la alegría, todos alrededor de una única Verdad; Cristo Resucitado. Entonces vi que todo este humus que ha estado formándose y alimentando semillas en la oscuridad durante los últimos 27 años de la vida de Juan Pablo II, germinará. No puede hacer otra cosa que germinar, después de que el grano de trigo ha muerto.
Romperá la costra de aparente indiferencia, apatía y rechazo. André Malraux dijo que el siglo XXI será el siglo de la espiritualidad o no será nada en absoluto. Pues bien; será el siglo de la espiritualidad, porque la humanidad está, en lo más profundo de sí misma, harta de la nada. Pero este florecer de la estepa, no ocurrirá ante la pasividad del Mal. Pío XII, antes de ser Papa, dijo: Doy gracias a Dios cada día por haberme hecho vivir en las circunstancias presentes. Esta crisis, tan profunda y universal, es única en la historia de la humanidad. El bien y el mal se han enfrentado en un duelo gigantesco. Nadie tiene, pues, derecho a ser mediocre.
Ayer Domingo fui por la noche a la Almudena y, muy por encima de la pésima organización del acto, probablemente desbordados los organizadores por una respuesta popular mayor de la que esperaban, seguí percibiendo lo mismo.
Pero hoy lunes ha regresado el sentimiento de orfandad. Hoy empieza lo heroico, la lucha contra la mediocridad. Hacer que cada día sea un renacer. Que cada día sintamos que Cristo vive y que el Espíritu vivifica a su Cuerpo Místico, nosotros, la Iglesia. Y que suya será la victoria.
Tomás Alfaro Drake
No puedo evitar que se me ponga la piel de gallina cuando escucho, leo o percibo que alguien comparte lo que yo siento. y lo que describe el autor en este (impresionante) articulo, lo senti yo el martes, cuando vi que mi ciudad se volcaba en la Misa por Juan Pablo II, y que las Hostias se acababan en la Catedral, y que la gente rezaba unida.
Dios tiene que estar felicitando a base de abrazos a Karol por todo el bien que ha hecho y sigue haciendo en la Iglesia.
gracias por compartir el testimonio con nosotros.
un beso!